De Vilafranca del Penedès al Hospital Universitario Karolinska, en Estocolmo, pasando por Londres y Stavanger (Noruega). Ainoa Córdoba está acabando sus prácticas en la prestigiosa institución y piensa quedarse en el norte. Es estudiante de sueco y noruego en Institut Nòrdic.
Por Hannu Arvio
¿Qué es lo que te impulsó a ser analista genética?
Pensaba, con 18 años, que quería hacer investigación. Yo quería ser una de esas científicas que salen en la tele, que descubren cosas, la cura de algo… Y es lo que tenía en mente. Así que me puse a estudiar Biomedicina, que es una carrera muy enfocada a la investigación científica, y cuando llevaba un año más o menos, me di cuenta de que más que la investigación, a mí lo que me gustaba era estar con pacientes, estar en clínica. Pero tampoco quería ser médico. Así que acabé la carrera con la idea de que si trabajaba en un laboratorio, sería en uno directamente para los pacientes, no para escribir artículos científicos.
Querías hacer algo práctico, estar con gente.
Sí. Cuando estudias vas viendo a través de las diferentes asignaturas lo que te gusta más, lo que te gusta menos, y en qué áreas podrías aplicar un trabajo más de laboratorio para el paciente. Y así es cómo acabé estudiando un máster en reproducción asistida.
Entonces, tu idea era estar con pacientes dentro del ámbito sanitario.
Sí, y cuando estudié todo el tema de la reproducción asistida, de la fecundación in vitro, etc., me gustó mucho y pensé que era un ámbito en el que se puede tener un trabajo de laboratorio, pero muy enfocado al paciente.
Y al acabar tus estudios, ¿te fuiste al norte?
Sí, la idea era encontrar un trabajo en el campo de la reproducción asistida.
Has trabajado en Stavanger, en Londres, y ahora en Estocolmo. ¿Por qué hacia el norte?
En mi caso era porque en España no podía encontrar trabajo de lo mío y me di cuenta de que para irme al extranjero necesitaba mejorar muchísimo mi nivel de inglés. No quise hacer lo que hace todo el mundo, que es irse al Reino Unido a practicar inglés, y como siempre me ha atraído mucho el norte, pensé en ir hacia allí y hacer algún trabajo de voluntariado para practicar inglés.
Entonces te fuiste a Stavanger.
Así es como acabé en Stavanger. Empecé a buscar opciones en Suecia, tengo que admitir, pero no me salió nada, y miré en Noruega.
Ahora que has estado unos años entre Noruega y Estocolmo, y has podido conocer los países escandinavos, ¿hay algo con lo que te identifiques personalmente?
Para mí es que me identifico mucho con la personalidad de la gente. Generalizando, claro, todo el mundo es distinto, pero me identifico con muchas cosas que veo aquí en el norte, más que lo que veo en el sur (de Europa). Por ejemplo, veo que [en el norte] mucha gente valora el trabajo individual y el desarrollo personal, cómo alguien sigue sus objetivos y trabaja duro para conseguirlos. Es algo que está muy bien visto, la gente valora mucho cuando dices que has estudiado durante diez años porque es tu vocación. Lo entienden y lo aprecian. Me identifico bastante con los nórdicos en general, también por el hecho de que sean un poco más introvertidos, ya que yo soy súper introvertida.
¿Y eso ya lo tenías antes, cuando vivías en Vilafranca, en Cataluña?
Sí, siempre he sido muy introvertida, siempre me ha gustado estar más en casa, estudiando, con mis libros, leyendo. Tengo un círculo de amigos muy cercano pero muy reducido. Y siempre he hecho las cosas por mi cuenta: he tenido mis objetivos y he estado currándomelo mucho para alcanzarlos. Y estoy en ello todavía.
¿Cuáles son tus objetivos a largo plazo?
Pues ahora que he descubierto que mi vocación es lo que estoy haciendo ahora, que es un poquito distinto de lo que estudié, mi idea es ser una muy buena asesora genética. Esa es mi meta, y quiero hacerlo aquí, en el norte.
¿Concretamente allí, en Estocolmo?
Si me sale un trabajo bueno aquí, sí. Porque el que tengo ahora es un trabajo de prácticas, es temporal. Es a jornada completa pero temporal, y pronto terminará.
Bajo tu punto de vista, después de haber vivido en Noruega y Suecia ¿con qué país de los dos te quedas?
Es difícil saberlo, porque tengo el noruego más arraigado, ya que es el idioma que he estudiado durante más tiempo, y Noruega es el destino que tuve en mente durante mucho tiempo. Todavía tengo mejor nivel de noruego que de sueco, pero Suecia ya me ha dado un trabajo y Noruega aún no.
Muchos escandinavos se identifican como tal por la facilidad con la que se mueven por los distintos países. ¿Crees que, al hablar dos idiomas escandinavos, llegarás a sentirte igual?
Me costaría mucho porque te adaptas al país donde estás, pero tú siempre vendrás del sur y de España, de Cataluña, de donde sea. Sí que entiendo perfectamente que entre ellos tengan esa unión, que entre ellos se llamen escandinavos, y sí que tienen una hermandad. Pero creo que para yo considerarme escandinava tendría que vivir aquí muchos años y adaptarme mucho mejor de lo que estoy ahora.
¿Qué es lo que te falta para adaptarte mejor?
Un trabajo fijo, un lugar fijo donde vivir y, por supuesto, el idioma. O los idiomas, porque no quiero dejar de aprender ninguno de los dos.
Ahora estás estudiando el nivel A2 de sueco, pero empezaste con el noruego ya hace algunos años.
Sí, estudié noruego por mi cuenta un año o un año y medio, pero no muy en serio. Iba usando Duolingo, leyendo alguna cosita aquí o allí o haciendo alguna clase. En Stavanger las llaman språkkafé y son gratis, y yo iba pero no me lo tomaba muy en serio. Después de Stavanger, cuando me mudé a Londres y tuve un trabajo fijo y más dinero, hice un cursito corto allí y decidí ponerme a estudiar en serio. Entonces se echó la pandemia encima y encontré Institut Nòrdic, que ofrecía las clases online con Martine. Y Martine es magnífica, es una profesora de diez. Y me enganché al noruego y dije “esto es divertido, tengo que seguir haciéndolo”.
Hablando de estos dos idiomas, ¿cuál es tu experiencia al estudiarlos a la vez? Normalmente recomendamos a los alumnos no hacerlo porque como son tan parecidos, la mezcla puede ser negativa. ¿A ti te ha pasado eso?
Sí, totalmente. Yo lo estoy haciendo porque lo tengo que hacer, pero no lo recomendaría tampoco. No porque te líes, porque no es eso, es que simplemente es complicado separarlos (en mi caso). Cuando estoy estudiando sueco pienso en cómo sería eso mismo en noruego, y cuando estudio noruego me pasa lo mismo con el sueco. Al ser tan parecidos y estudiarlos a la vez, puede costar mantener el enfoque en uno. De momento aún no he encontrado un método que me funcione.
Si miras a los nórdicos, hay muchos que se mueven muy fácilmente de un idioma a otro. Quizá en el momento en que llegas a eso, ya ni lo piensas y te sientes escandinava.
Yo creo que lo que ocurre es que hay mucha gente que directamente no cambia de idioma. Si eres noruego y vienes a Suecia, hablas noruego y esperas que te entiendan, porque ambos idiomas se parecen. Y creo que sucede lo mismo cuando los suecos van a Noruega. Supongo que depende de la edad que tenga la persona, la verdad. Si eres muy joven y tienes dificultades para entender otro idioma nórdico, cambias al inglés, porque seguro que todos hablan inglés. A las personas más mayores entiendo que les sale más a cuenta seguir hablando su idioma, por la similitud con los otros idiomas escandinavos.
Muchas veces, cuando se habla de los países nórdicos, se habla del clima. Por ejemplo a finales de noviembre estáis a menos siete grados, a medida que avanza el invierno los días son más oscuros… ¿Eso te afecta o sacas algún tipo de provecho?
Te afecta, por supuesto, pero ya lo sabes cuando te mudas aquí, sabes que es parte de lo que te vas a encontrar. Hace frío, pero es lo que hay. Es como ir a España en pleno agosto y quejarse de que hace calor, ¿no? Y por supuesto te afecta, pero hay que adaptarse, comprarse un buen abrigo, abrigarse bien, y vigilar para no caerse por la calle con el hielo y la nieve.
¿Y qué tal la vida social? Como has ido cambiando de ciudad (Stavanger, Londres, ahora Estocolmo), ¿cómo lo haces para mantener tu círculo de gente, de personas, para quedar?
En Stavanger era más fácil porque durante el voluntariado (estuve trabajando como voluntaria en un hostal) conocí a un montón de gente. Y solo con eso ya hice contactos y a día de hoy aún tengo amigos de aquella época. Aquí en Suecia es más difícil porque me he mudado para trabajar, y trabajo muchísimo en un sector en el que realmente no vas a conocer gente. Y con los nórdicos es bastante difícil entablar una conversación sin una razón en particular. Conocer gente es difícil. Pero, por ejemplo, aprender el idioma también es una excusa para conocer gente. Creo que fue el domingo pasado que quedé con una chica, una voluntaria que ayuda a los extranjeros a aprender sueco. Y nos hicimos amigas y ya hemos dicho de quedar más para hablar y hacer cosas que nos gustan. El tema del idioma puede ser una buena manera de conocer gente.
¿Hay alguna cosa que eches mucho de menos de Vilafranca?
Mi familia y la comida de allí. Sobre todo la cercanía de la familia, de saber que están a un tiro de piedra. Aquí no están, si me pasa algo estoy yo sola. Sí que los puedo llamar, pero no puedo ir a ver a mi familia y contarles mis penas. Y también es curioso porque hay cosas que no te das cuenta, no sé muy bien cómo explicarlo… Hay cosas con las que tú creces que sólo ves cuando te vas fuera y luego vuelves. Tradiciones, costumbres, igual no de tu cultura, pero de tu familia, de tu entorno, que nunca te has planteado hasta que te has ido y has vuelto. La comida, sabores, olores, el ambiente…
Ahora llevas unos cuatro o cinco años fuera de España, ¿es así?
Sí, creo que sí. Me fui en 2018 o 17, ahora no lo recuerdo exactamente.
¿Ha habido algún momento en el que quisieras acabar con todo y volver?
Sí, muchos.
¿Y cómo han sido esos momentos?
Bueno, todavía los tengo, de hecho. Cuando me pasó muchísimo fue cuando me mudé a Stavanger la segunda vez, he vivido dos veces allí. La primera vez fui allí, volví a España y luego me mudé de nuevo a Stavanger. La segunda vez fue muy duro porque mi contrato de trabajo era de prácticas y quería ser la mejor trabajadora de la empresa para que me cogieran después de las prácticas. Fue durísimo. Trabajaba muchísimas horas y siempre quería hacerlo todo lo mejor posible, y en algunos momentos me planteaba si eso era lo que realmente quería. Había días en que todo lo que quería hacer era coger un avión y volver a casa, dejarlo todo y buscar cualquier cosa en España. Por desgracia, al acabar las prácticas no me dieron el trabajo y fue un buen disgusto, pero bueno.
¿Tienes algún consejo para alguien que esté en una situación parecida a la tuya?
Lo único que sí que me gustaría añadir es que si hay alguien que se está pensando si estudiar un idioma, que no se lo piense más. Es lo que yo creo, porque primero de todo, es divertido si tienes un buen profesor; y segundo porque te abre muchísimas puertas, no solo en cuanto a encontrar un trabajo. La gente se abre muchísimo más contigo si hablas su idioma. Eso es así. No puedes aprender todos los idiomas del mundo, pero si tienes el gusanillo de aprender uno, mi recomendación es que lo hagas.